La mañana ha comenzado con modelos desfilando sobre una pasarela elevada en
Ailanto.
Las preciosas ilustraciones que caracterizan cada una de las
colecciones del dúo de diseñadores se han inspirado esta vez en Oriente.
Pero el suyo ha sido un viaje imaginario que mira al pasado, a la
chinoiserie,
el estilo artístico que en el siglo XVIII causaba sensación en Europa.
Un refinado gusto por la cultura oriental que se traduce en delicados
esmaltes y lacados, en abrigos a medio camino entre el kimono y la
gabardina, en superposiciones y una especial atención a los detalles.
Precisamente esta meticulosidad alcanza un elevado grado de refinamiento
en los vestidos de noche, etéreos modelos que centran la atención en lo
oculto, en los ricos tejidos que se esconden bajo las gasas
semitransparentes, en juegos ópticos y en las espaldas.
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